domingo, 1 de junio de 2014

Una parada en Tarapoto en el camino a... ¡la selva del Amazonas!

Desde que estuvimos en Colombia, por nuestra mente había estado rondando una idea continuamente, una experiencia que para todo amante de la naturaleza que viaja por América Latina no puede perderse, ¡visitar la selva amazónica! Pero una cosa es pensarlo, y otra cosa es hacerlo. Es fácil mirar el mapa, ver esa gran extensión de selva que ocupa Colombia, Ecuador, Brasil, Perú... y pensar, ¡ok, vamos allí! Porque precisamente por ser selva, en la mayoría de casos para llegar al lugar civilizado más cercano se ha de tomar un avión o un barco por varios días.

Entre las diferentes posibilidades, como volar desde Bogotá a Leticia, o la selva amazónica en Ecuador, o en Perú, finalmenre optamos, según recomendaciones de algunas personas que conocen bien la selva amazónica, por retrasar uno de los platos fuertes de nuestro viaje para nuestra llegada a Perú, concretamente llegando a Iquitos, al norte del país, y desde ahí disfrutar en la medida de lo posible de las maravillas naturales selváticas.

Hecha ya la introducción sobre nuestros conflictos mentales acerca de la visita a la selva, recordemos que estábamos en Chachapoyas, capital del departamento de Amazonas. Para llegar desde aquí a Iquitos hay sólo dos opciones, o por aire o barco, y es que Iquitos es la ciudad más grande del mundo a la que no se puede acceder por vía terrestre. Como los vuelos eran bastante caros, optamos por ir por tierra, como siempre mucho más gratificante. Para ello, debíamos para en Tarapoto, a unas 8 horas de Chachapoyas, y ya cerca de Yurimaguas, pequeña población desde la que se ha de tomar el barco que te lleva a Iquitos.

En cuanto a la estancia en Tarapoto, poco que contar, es una ciudad grande, con mucha contaminación, tanto ambiental como acústica, debido en gran parte a los cientos y cientos de motocarros que circulan por sus calles, como si cada una fuese un instrumentto desafinado de una orquesta, en la que además cada uno suena a su bola... Lo que te hace dudar más de una vez si nos hemos teletransportado hacia la capital tailandesa o si de verdad seguimos en Perú... Eso, unido al sofocante calor propio de la región, no nos hizo muy apetecible quedarnos muchos días ahí. Los justo para visitar una de las cascadas más conocida de la zona, la cascada de Ahuashillacu, que aunque no tan impresionante como la de Gocta, en esta se podía disfrutar de un bañito muy rico; y la laguna Azul, resort turístico, con bellos paisajes, pero que si nos vas con dinero se hace difícil disfrutarlo al tener que moverte en barca para acceder a sus playas.

El Gran Premio de Tarapoto a punto de dar la salida

Laguna Azul

Cascada de Ahuashillacu

Aunque a decir verdad, sí que hubo algo en Tarapoto que hizo nuestra corta estancia de 3 días mucho más placentera, esta vez a través de nuestro sentido del gusto, y sobre todo a través de nuestro sentido social, gracias a la deliciosas cenas de las que disfrutamos en el restaurante Krishna Bhog, un restaurante hindú-vegetariano, llevado por un matrimonio que nos hizo sentir cada noche como si fuésemos a nuestras propias casa a cenar, con la mesita preparada sólo para nosotros, una cena diferente cada noche cocinada con mucho amor, y una pequeña tertulia después de la comilona para conocer un poco más de la cultura hindú y la vida en Tarapoto.

Los caracoles con la maravillosa cocinera del Krishna Bhog

Tras la escala en Tarapoto, tocaba comenzar la aventura de varios días que nos esperaba para llegar hasta Iquitos, ya que como he dicho antes, debíamos llegar por vía fluvial, y no os penséis que aunque el Amazonas sea algo muy conocido, los barcos para llegar hasta ahí son cruceros de lujo de esos que te dan la pulserita, ¡ni mucho menos! Después de pasar una noche en Yurimaguas en un hostal de mala muerte, y pasamos esa noche porque no nos quedó más remedio al no salir el barco el día anterior, preparamos todo para comenzar el viaje de dos días en barco a lo largo de varios afluentes del rio Amazonas. Los preparativos son de sobra conocidos en cuanto llegas a Yurimaguas, ya que por todos lados te asaltan vendedores informándote de lo que necesitas. Una hamaca para colgar en la cubierta del barco, ya que esta es la única manera de dormir de forma “cómoda”, aunque siempre tienes la opción del suelo, y los segundo imprescindible, un tupper y cubiertos para que te sirvan la comida en el barco, ¡todo lujo eh! :-P

Así que con nuestras recientes adquisiciones, tomamos un motocarro al puerto, y tras hundir literalmente mi pie en el barro, sortear a varios cargadores de mercancías que sudaban la gota gorda, subir por una tabla de madera al barco, y colgar (con la ayuda de un trabajador) nuestra hamaca en cubierta, ya teníamos todo preparado para nuestro primer “crucero” de dos días.




Todo preparado para nuestras "vacaciones en el mar" 

El puerto de Yurimaguas en pleno ajetreo cargando el barco

La verdad que el viaje se hizo menos pesado de lo que esperaba, a pesar de estar rodeados por hamacas de alemanes que formaron una pequeña mini-colonia germana. La comida que daban en el barco no es que fuese precisamente de guía Michelin, agarré una torticolis que me tuvo en modo robot durante varios días, pero aún así las charlas que tuvimos con la gente local y otros mochileros, los juegos de cartas y alguna película en el portátil hicieron más amena la travesía.

Y por fin, tras algo de menos de 48 horas atravesando las turbias aguas del rio amazonas y sus afluentes, llegamos a Iquitos, la cual, al igual que Tarapoto, se caracteriza por la orda de motocarros que inundan la ciudad de ruido y contaminación. Y, ¿qué hay para hacer por Iquitos? Lo primero, pasar calor, muuuucho calor. Y una vez teniendo eso asumido, la vida turística de la ciudad se concentra sobre todo en actividades en sus alrededores, sobre todo las excursiones a la selva y los rituales de Ayahuasca, una planta alucinógena alrededor de la cual hay un gran negocio de espiritualidad, chamanes, rituales, personas con ganas de conocer un poco mejor lo que corroe por su interior, y personas con ganas de conocer una nueva sustancia que ponga a prueba los límites de su cerebro.

 Puerto de Iquitos

El primer día nos dedicamos a explorar los atractivos de la propia ciudad, aunque para nuestro gusto, no pudimos contar demasiados. Aunque como en todas las ciudades de Sudamérica, fue toda una experiencia visitar el mercado del barrio de Belén, en el que puedes encontrar todo lo que te imagines en lo relacionado tanto a comida como a objetos de primera necesidad. Eso sí, las condiciones sanitarias y el olor que desprendía más de un puesto de comida quitaban las ganas de aventrarse a comprar algo. Aparte del mercado, Iquitos tiene un malecón que recorre los ríos Itaya y Amazonas, interesante para dar un paseo y por la zona del barrio de Belén observar las duras condiciones de vida sobre las aguas del río, no sólo en cuanto a las infraestructuras de las csas, sino sobre todo en cuanto a la cantidad de enfermedades que se deben originar por el estancamiento de las aguas.

Mercado de Belén

Barrio de Belén

Motocarros por el centro de Iquitos

Pero para ser justos con la visita a esta zona, he de decir que en cuanto a las actividades que se pueden realizar en sus alrededores relacionadas con la naturaleza bien vale 2, 3 o 5 días de barco. Una de las visitas obligadas cerca de Iquitos es al Centro de Protección de Manatíes. Se trata de un centro de rescate de manatíes, nutrias, simios, y otras especies, los cuales suelen ser recuperados de manos de personas que los utilizan como mascotas, pero que no tienen ni idea de cómo cuidarlos, o personas que tratan de hacer negocio con su piel, su carne... Bendito el día en el que los animales vieron aparecer al ser humanos en la tierra...

La visita al centro es toda una delicia, no sólo por ver de cerca estas especies, sino que ¡incluso puedes tocar y dar de comer a los manatíes! Y es que son una especie tan dulce y pacífica, que ha pesar de su tamaño, es toda una experiencia acercarse a ellos, tocar su piel con tacto de goma humedecida, y meter la comida en su boca sin dientes pero que aún así te da respeto por el tamaño del animal.

Dos de los manatís del centro

Dando de comer al manatí

Ewe con su nuevo amigo, un pichico de barba blanca, fan de los cabellos rizados

No dejó de ser curioso el hecho de que al llegar antes de que el centro de protección abriese, algún conductor de motocarro se nos acercó para proponernos el llevarnos a un zoo que había cerca para ver muchas otras especies... Estamos esperando para visitar un centro de rescate de animales y nos proponen ir a ver un centro de enjaulamiento de animales... :-O En definitiva, visitar un lugar como el centro de manatíes es una experiencia de esas que sales con una gran sonrisa en la boca, primero por tener la oportunidad de tener un contacto tan cercano con los animales, lo cual siempre supone una recarha energética enorme, y segundo, por ver que en este mundo dominado por la sensación humana de superioridad sobre todo, aun existen asociaciones dispuestas a dar la vuelta a la tortilla y ayudar a que los animales sigan siendo lo que han sido durante toda su existencia anterior al ser humano, libres.

Y ya para los últimos días en Iquitos dejamos la estrella de las experiencias, la idea que nos había estado rondando la cabeza desde que planeábamos este viaje, ¡una excursioncilla de 3 días por la selva amazónica!  Para la aventura, contamos con la gran experiencia de David "el Titi", un couchsurfer que nos alojó en su casa un par de días, y además no hizo el servicio de guía en la selva, junto con un par de locales de las comunidades. ¡Ah! Y que no se me olvide mencionar la compañía una vez más de nuestro amigo viajero Victor, con el que ya compartimos aventura en Chachapoyas, y ahora volvíamos a coincidir en la casa de David, ¡todo un experto el Victor en el arte de abrir camino por la selva con el machete! jeje. Así que después de comprar todo lo necesario con David en el mercado de Belén para sobrevivir un par de días en la selva, mochilas a la espalda, y hacia el puerto de Iquitos a tomar la barca hacia la comunidad donde nos esperaban los ayudantes de David.


En casa de David antes de empezar el tour, se nota por las sonrisas de frescura...jeje

El tour empezó con un viajecito de algo más de una hora por las aguas del rio Putumayo, hasta llegar a la comunidad donde nos esperaban los abuelos de David con un delicioso almuerzo, y nuestros compañeros selváticos durante esos dos días, Josías el silencioso y el gran contador de historias Abeluco. Una vez con los estómagos felices y el equipo preparado, comenzamos la primera pateada de unas dos horas selva a través, hasta llegar al campamento que David montó hace años, pero que por cuestiones personales la selva había ido comiendo poco a poco. Fue simplemente la primera etapa para llegar al lugar donde pasaríamos la primera noche, pero ya pudimos vivir alguna mini-aventura, como cuando tuvimos que pasar un canal de agua a causa de las últimas lluvias, con la única ayuda de una liana con la que primero pasar al otro lado las mochilas y luego nosotros. Y aunque parezca mentira, tuvo que ser el más experimentado de todos en la selva, Josías, el que hiciese las delicias de nuestras pupilas deseosas de ver algún chapuzón, una pena que no quedasen pruebas fotográficas...jiji

 Ohhhhh Ohhhhh Ohhhhhh

Así que tras montar el campamento, empezó la primera gran-aventura, una excursión nocturna por la selva en busca de todo tipo de insecto, roedores, reptiles, mamíferos... Vale que íbamos acompañados por dos locales que han crecido rodeados de bichos y selva, vale que iban armados con pistolas y machetes por si acaso, pero aún así, ir paseando por la selva de noche, escuchando sonidos que quizá mejor que se queden en eso, en simple sonidos, hacía que el agujerillo trasero tuviese una tensión constante capaz de partir nueces...jeje. Finalmente el paseo nos regaló ver una tarántula algo tímidita que sólo nos mostró sus vergüenzas, alguna dulce ranita venenosa, y varios insectos entre los cuales se encontraban la futura cena de nuestros compañeros.

El nidito de amor montado 

La tarántula vergonzosa 

Los suris que sirvieron de postre para algunos 

 Ranita en pleno paseo nocturno

Después del agradable paseo, nuestros guías nos deleitaron con una improvisada y deliciosa cena, amenizada al final con las apasionantes historias de Abeluco acerca de sus encuentro con el Chullachaqui, el duende protecto de la selva al cual se debe ofrecer mapacho (tabaco local) para ganarse su afecto, o sus experiencias con las sirenas del rio y el respeto hacia la Pachamama, la madre tierra. Imaginación, misticismo, síndrome de la selva, realidad... sea la que sea, es toda una experiencia estar sentado al lado del fuego escuchando las historias de este gran personaje.


Abeluco dando lo mejor de sí mismo

Para el segundo día, nos esperaba algo más de palicilla, pateando y pateando la selva durante más de 8 horas. Lo cual teniendo en cuenta que cargábamos con bastante peso, y que había que ir abriendo camino o construyendo puentes improvisados para cruzar canales, físicamente resultó algo durillo. Pero anímicamente, toda una maravillaa, ya que aunque no nos cruzamos con ninguna bestia tipo anacondao jaguar, (que a decir verdad tampoco hacía falta), sí que pudimos aprender muchísimos sobre plantas medicinales e insectos selváticos, y comprobar una vez más como nuestra querida madre tierra nos proporciona un equilibrio perfecto y todo aquello que necesitamos, otra cosa es el tipo de uso que se le dé a todos estos regalos por el hombre... Plantas como el parchahueso, para curar fracturas óseas, la jergonsacha, como antídoto ante la mordedura de algunas serpientes, o la chirisana, ideal para atritis, reuma...

¡Y la segunda caída del tour fue para nuestro guía! 

Ewe cruzando el puente improvisado 

Momento meditativo sobre lianas 

 Efectos de las historias de Abeluco

Después de la paliza, aquella noche tocó algo más de comodidad y dormimos en la casa de los abuelos de David, para así recargar energías para el día siguiente empezar bien prontito y hacer un paseo en barca por las aguas del río para divisar aves aprovechando los primeros rayos del sol. Fui una excursioncilla bastante productiva, en la que pudimos ver patos, tucanes o monos; aunque David consiguió de sobra amenizar aún más la mañana con las historias sobre ataques de anacondas a gente local, toda una delicia mientras viajas en una mini-barca de madera... :-P

Y ya como último plato de la aventura selvática, nos dirigimos en la barca hacia Iquitos, pero antes de ir al puerto, nos dirigimos hacia el inmenso río Amazonas a ver si los famosas delfines grises y rosados de la zona estaban de humor para dejar ver, ¡y resulta que sí que lo estaban! Supongo que cada uno tiene ciertos animales que siempre sueña con ver en su hábitat natural, en nuestro caso uno de ellos es el delfín, ¡y si encima es el delfín rosado y en el Amazonas para qué pedir más! Una pena que por el mínimo tiempo que aparecían, apenas tuviésemos tiempo de sacar un foto decente, os dejo lo poco que se salvó.

Con el capitán David durante el paseo matutina

Transportando madera por el río 

 Hay que tener buena vista para ver al delfín

Y con todo estó concluyó nuestra gran experiencia por la selva, la cual nos dejó más que satisfechos, y con aún más hambre de naturaleza en estado puro. Aunque por cómo funciona el mundo actualmente, para ver algo así en su pura esencia, necesitas días y días alejado de la civilización, para llegar a algún lugar en el que los animales se sientan totalmente libres, al menos en lo que se refiere al ser humano.

Disculpad por la pedazo de chapa que me ha quedado en el post, pero uno no puede ir a pasear todos los días por la selva amazónica, y para compartir algo así necesitaría creo que 4 o 5 post más...jeje. ¡Tranquilos! Sólo es una broma... :-P

Un abrazo enorme y nos vemos en Lima, pero esta vez llegando en avión, que ya tuvimos bastante con la experiencia del barco para llegar a Iquitos.

"El arte de la medicina consiste en mantener al paciente en buen estado de ánimo mientras la naturaleza le va curando." Voltaire

3 comentarios:

  1. Hola! me gustó mucho la historia! quiero ir a Iquitos en agosto de este año, podés darme info sobre precios y esas cosas?? Lo agredecería muuucho!
    Saludos!

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  2. Holaaa! Pues mira, el barco para ir desde Yurimaguas hasta Iquitos nos costó 100 soles, ten en cuenta que debes llevar una hamaca (25 soles en el mercado) y un tupper con cubiertos. Para lo de la hamaca, si no lo necesitas el resto del viaje, se pueden alquilar en el mismo barco por 10 soles. Y otra cosa, es aconsejable no ir en barco hasta el mismo Iquitos, ya que puedes bajarte en Nanay, que en combi está a 1 hora de IQuitos (10 soles), y el barco tarda más de 6 horas. En Iquitos, nos alojamos en el hostal las golondrinas, 50 soles la habitación privada. Y el tour por la selva lo hicimos con un chico que se llama David, "el titi", 100% recomemdable! www.el-titi.com El tour nos costó 400 soles, 3 días/2 noches, siendo dos personas. Pero este precio ya lo negocias en función del número de personas, qué quieres hacer en la selva... Espero que con esto te sirva, cualquier cosa me dices! un abrazo

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  3. Excelente, Tarapoto hace poco estuve por ahí con la empresa http://leitoinntarapoto.com/paquetes se las recomiendo son unas personas maravillosas quienes me brindaron un paquete completo con los mejores guias

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